2 Ts. 2:8-9 “Y entonces, se revelará aquel ilegal, a quien el Señor Jesucristo lo extraerá y desactivará por la obra espiritual de Su boca, y por la manifestación de su presencia, mediante nosotros cuya llegada es según la realidad de Satanás, con cada acto poderoso y con señales climáticas y signos astrológicos del engaño.” Muchos ven la reelección de Donald Trump y el ascenso general de la “Derecha” como el comienzo de la tan esperada edad de oro. Esto es aún más cierto después de que Donald Trump anunció literalmente que su toma de posesión marcaría el comienzo de una era dorada.

Sólo en raras ocasiones podemos ver los cambios en el tiempo con tanta claridad que podamos, por ejemplo, señalar un pasaje de escritura específico y afirmar: Precisamente esta palabra se cumple aquí y hoy, en este día. Pero, acontecimientos de este tipo suceden. Basta pensar en Jesús abriendo el rollo de escritura en la sinagoga, poniendo su dedo en Is. 61:1 y diciendo: Esta escritura se está cumpliendo hoy ante vuestros ojos (Lc. 4:17-21) o en el Antiguo Testamento, cuando Daniel pudo señalar la profecía según Jer. 25:11-12, donde Dios claramente prometió que el cautiverio babilónico no duraría más de 70 años.

“Quien quiera ser objetivo, no amaría lo suficiente”, sugirió Nietzsche a las gentes, alguna vez. Desde entonces, la pseudosabiduría subjetiva de este astuto francomasón se ha infiltrado no sólo en las gentes comunes sino también en las profundidades del cristianismo. No puedo decirte cuántas veces he sido atacado de esta manera por tales “cabezas acertadas”, durante los últimos 47 años. Es decir, siempre que podía encontrar palabras claras sobre cualquier tema; palabras que no podrían interpretarse así, o de otra manera. Esto sucedió tanto al predicar el Evangelio como en la labor de aclaración. Un sermón simplemente no tenía permiso de contener ningún mensaje absoluto, excepta la pretención que hay una damnación infinita para todos los no cristianos; de otro modo sería descalificado en seguida. La homilética también me enseñó a no ser nunca absoluto.